Nyconik fue construido como un maldito semidiós, perfecto en todos los sentidos. Era como si me rogara que me lo llevara a casa, pero en lo único que podía pensar era en su cara, en cómo sus pómulos gruesos y pecosos hacían obvio a cualquiera que lo viera que o bien había leído ese libro y había perdido mucho peso o estaba tan entusiasmado con la idea de aprender griego como yo. Como él dijo, había un límite para estimular su entusiasmo, y ese límite era, por supuesto, su polla. Eventualmente prometí volver a casa, si él lo compartía, pero no iba a renunciar a su exhibicionismo. En ese momento ya estaba ansioso por saber si mi hijo estaría dispuesto a hacer algo para que me sintiera cómodo cuando llegara a casa y estuviera en el baño con él. Al final acepté, y metió su grasienta polla en mi pequeña y apretada burbuja. Acababa de llegar a casa de pasear a mis perros y estaba intentando ir al baño cuando me pidió que subiera al dormitorio y le ayudara a limpiar. Me dijo que cuando era pequeño, su padrastro solía tirar la basura en la acera antes de entrar y hacer lo suyo. Eso ya no era un problema, pero también estaba claro que su padrastro ya no tenía la capacidad de sostener su mierda. Vivía en un castillo, y en sus grandes noches de salida tenía a sus hombres desnudos a su alrededor al final de las escaleras del castillo...